Ya llegó el verano: échate la siesta

Una costumbre española veraniega: la siesta

Aunque cada vez es más mito debido al ritmo de la gran ciudad, a los horarios laborales o de estudio, todavía muchos estudiantes piensan que en España, después de comer, todo el mundo se echa la siesta. Si llevas algún tiempo en Madrid, te habrás dado cuenta de que eso es falso y que pertenece más a la imaginación colectiva que a la realidad.

A pesar de ello, es cierto que algunas personas, aquellas que pueden, si lo hacen. Sigue leyendo esta entrada y conocerás los efectos positivos que tiene esta costumbre en nuestro organismo y en nuestra psicología.

La siesta

Si nos atenemos a la definición proporcionada por la Real Academia Española (RAE), en su segunda acepción, la siesta es el tiempo destinado para dormir o descansar después de comer. Quizá son muchas las personas que desconozcan que, aunque España cuente con la fama de echarse la siesta, el origen de la palabra se sitúa en la Italia romana y en su «hora sexta» que coincidía con el mediodía y era el momento de más calor. El momento en el que los romanos hacían una parada para descansar y dormir.

La llegada a la Península parece que tiene que ver con una de las normas de la orden monástica de San Benito, que obligaba a acostarse en total silencio durante la hora sexta, entre las dos y las tres de la tarde, para retomar fuerzas para el resto de la jornada.

Beneficios de la siesta

El ser humano, a diferencia de otros mamíferos, es de los pocos «animales» que duerme una sola vez al día. El resto son durmientes polifásicos; es decir, alternan fases de sueño y vigilia durante todo el día. Algunas investigaciones sugieren que en los principios de la evolución, el ser humano también lo era aunque en la medida en la que las sociedades se fueron haciendo más complejas y él más evolucionado, esa característica se fue perdiendo o diluyendo.

Son muchos los estudios que resaltan los beneficios físicos y psíquicos que tiene la siesta, Veamos los más comúnmente aceptados.

Previene las cardiopatías. La siesta reduce el estrés y el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares ya que cuando se duerme se libera la hormona del crecimiento, antídoto del cortisol, que estimula el sistema inmunológico, reduce el estrés y la ansiedad, ayuda a reparar los músculos y a perder peso.

Reduce la tensión arterial. Un estudio del Allegheny College de Pennylvania (EE.UU.) realizado a 85 universitarios sanos demostró que quienes optan por echarse la siesta diaria, entre 45 minutos y una hora, después de haber soportado un día de estrés y tensión psicológica ven disminuir su presión arterial y su ritmo cardiaco.

Facilita el aprendizaje. Según diversos estudios, el sueño permite afrontar nuevos conocimientos y fijar los ya adquiridos. Sería algo así como resetear el cerebro. Por esta razón, el descanso tras el almuerzo aumenta la productividad de los trabajadores y el rendimiento escolar de los niños.

Aumenta la concentración. El sueño facilita el almacenamiento de la memoria a corto plazo y deja espacio para nuevos datos. Durante el sueño, los recuerdos recientes se transfieren del hipocampo al neocórtex, nuestro disco duro, donde se consolidan los recuerdos a largo plazo.

Mejora los reflejos. Un estudio de la NASA a 747 pilotos demostró que aquellos que dormían una siesta diaria de 26 minutos cometían un 34% menos errores en el trabajo y duplicaban sus niveles de alerta.

Fomenta la positividad. Otro estudio de Berkeley dice que los individuos que duermen la siesta y pasan por la fase REM aumentan su receptividad ante la expresión facial de felicidad, mientras que quienes no lo hacen manifiestan más ira y miedo.

Mejora el estado de ánimo. La serotonina es un neurotransmisor que regula el sueño, el apetito y el estado de ánimo. Y dormir inunda nuestro cerebro de serotonina, lo que nos proporciona una sensación de satisfacción y bienestar.

Visto lo visto, sólo queda que elijas la forma, con quien y donde echarse la siesta…pero no dejes de disfrutar una costumbre tan sana.